Endometriosis y neurociencia: Claves del dolor crónico

La endometriosis es una enfermedad crónica que afecta a millones de mujeres en el mundo y cuyo síntoma más incapacitante es el dolor. Sin embargo, cada vez más estudios señalan que este dolor no depende únicamente de. las lesiones o del tejido fuera del útero. En los últimos años, la neurociencia ha cobrado un papel fundamental para comprender por qué el dolor persiste en muchas pacientes incluso después de recibir tratamiento médico.

Explorar la relación entre endometriosis y neurociencia nos permite entender cómo el cerebro y el sistema nervioso central participan en la cronificación del dolor. Este enfoque abre nuevas vías para el tratamiento y el autocuidado, más allá de la cirugía o la medicación.

imagen endometriosis y neurociencia

¿Por qué duele tanto la endometriosis? Más allá de las lesiones

Aunque la lógica indica que el dolor debería disminuir al extirpar las lesiones endometriósicas, en la práctica esto no siempre sucede. Estudios como el de Al-Sanie et al. (2019) publicado en la revista Pain, sugieren que la persistencia del dolor se debe a un fenómeno conocido como sensibilización central.

La sensibilización central ocurre cuando el sistema nervioso central (cerebro y médula espinal) amplifica la percepción del dolor. Así, estímulos que normalmente no deberían de ser dolorosos – como la palpación ligera o incluso los movimientos intestinales – se perciben como altamente dolorosos.

Endometriosis y neurociencia: ¿qué pasa en el cerebro cuando el dolor se vuelve crónico?

El dolor en la endometriosis no es sólo consecuencia de las lesiones en la pelvis. La neurociencia ha demostrado que en mujeres con dolor crónico se producen cambios en el cerebro que perpetúan y amplifican la percepción del dolor.

Estudios de neuroimagen funcional han identificado alteraciones en tres áreas principales

1. Ínsula

Responsable de procesar el dolor y las sensaciones internas, la ínsula muestra un aumento de actividad y cambios estructurales en mujeres con endometriosis. Esto genera una mayor sensibilidad, haciendo que incluso estímulos normales se perciban como dolorosos.

2. Corteza Prefrontal

Encargada de modular el dolor y las emociones, presenta una disminución en su actividad y volumen. Esto reduce la capacidad del cerebro para controlar el dolor y se asocia a mayor riesgo de ansiedad y depresión.

3. Tálamo

Actúa como estación de relevo sensorial. Toda la información que recibe el cuerpo – como el tacto o la temperatura- pasa primero por el tálamo antes de llegar a la corteza cerebral, donde realmente somos conscientes de las sensaciones.

En el caso del dolor, el tálamo procesa y decide qué señales dolorosas son lo suficientemente importantes como para ser percibidas y luego las envía a la corteza somatosensorial, que es donde sentimos el dolor de forma consciente. Cuando el tálamo se altera, como ocurre en la endometriosis que cursa con dolor crónico, puede:

  • Exagerar las señales de dolor
  • Enviar señales dolorosas aunque el estímulo sea leve
  • Hacer que la persona perciba el dolor incluso sin daño real

Esto contribuye a la sensibilización central, donde el cerebro «aprende» a sentir más dolor del que realmente debería.

El rol de la inflamación y el sistema nervioso periférico

La endometriosis genera un entorno inflamatorio que prolonga la activación de las fibras nerviosas. Las lesiones producen citoquinas proiinflamatorias y factores de crecimiento que provocan la formación de nuevas terminaciones nerviosas dentro de las lesiones, aumentando la capacidad de generar y transmitir señales de dolor.

Este proceso, conocido como neurogénesis aberrante, crea un círculo vicioso: más inflamación produce más nervios y éstos, a su vez, aumentan la sensibilidad al dolor.

Nuevos enfoques terapeúticos basados en la neurociencia

Comprender que el dolor crónico en la endometriosis es, en parte, un problema del sistema nervioso central y no sólo de las lesiones, permite explorar nuevas estrategias de tratamiento:

  1. Neuromoduladores. Medicamentos como antidepresivos tricíclicos (amitriptilina) o los inhibidores de la recaptación de serotonina y noradrenalina (duloxetina) pueden ayudar a modular las vías del dolor y reducir la sensibilización central.
  2. Terapia Cognitivo-Conductual (TCC). La TCC ha mostrado eficacia en reducir la percepción del dolor y mejorar la calidad de vida al intervenir en la manera en que el cerebro procesa las señales de dolor.
  3. Fisioterapia especializada en dolor pélvico. Trabajar la musculatura pélvica y técnicas de relajación pueden disminuir la hipersensibilidad de la zona.
  4. Neuroestimulación y técnicas emergentes. La estimulación eléctrica transcutánea (TENS) o la estimulación magnética transcraneal se están estudiando como opciones para modular las vías cerebrales del dolor.

Estrategias para aliviar el dolor desde casa y sin gastar dinero

Además de los tratamientos médicos y terapias especializadas, existen hábitos y prácticas cotidianas que pueden ayudar a reducir la intensidad del dolor crónico asociado a la endometriosis. Estas estrategias, respaldadas por estudios en neurociencia y manejo del dolor, son accesibles y pueden incorporarse poco a poco en la rutina diaria:

1. Respiración diafragmática y mindfulness

La práctica de la respiración profunda y la atención plena ayuda a regular el sistema nervioso y reducir la activación de las vías del dolor en el cerebro. Estudios sobre mindfulness han demostrado que estas técnicas disminuyen la actividad de áreas como la ínsula y el tálamo, reduciendo la percepción del dolor.

¿Cómo empezar? Dedica 5-10 minutos al día a respirar lento y profundo, enfocándote en el movimiento del abdomen. Puedes acompañarlo de una meditación guiada gratuita disponible en internet.

2. Movimiento suave y estiramientos

Aunque el dolor puede invitar al reposo, mantenerse en movimiento es clave. Actividades suaves como caminar, estirarse o realizar ejercicios de movilidad ayudan a:

  • Mejorar la circulación
  • Disminuir la rigidez muscular
  • Regular las señales de dolor que viajan al cerebro

¿Cómo empezar? Realiza pequeños paseos dentro o fuera de casa y añade estiramientos de cadera, abdomen y zona lumbar cada día.

3. Registro de dolor y emociones

Llevar un diario donde anotes cuándo y cómo aparece el dolor, junto con tu estado emocional, puede ayudarte a identificar patrones y desencadenantes. Además, la escritura tiene un efecto terapeútico demostrado para reducir el estrés y el dolor.

¿Cómo empezar? Dedica unos minutos al final del día para escribir cómo te has sentido física y emocionalmente.

4. Exposición diaria a la luz natural

La luz natural favorece la producción de vitamina D y regula los ritmos circadianos, lo que puede mejorar el estado de ánimo y la percepción del dolor.

¿Cómo empezar? Intenta pasar al menos 15 minutos al día cerca de una ventana abierta o al aire libre.

5. Buscar apoyo social

Hablar con alguien de confianza o participar en grupos de apoyo (incluso virtuales) ayuda a reducir la carga emocional y la sensación de aislamiento, factores que empeoran la experiencia del dolor.

¿Cómo empezar? Identifica a una persona con quien puedas compartir lo que sientes o busca en grupos gratuitos en redes sociales.

Estas prácticas no eliminan la enfermedad, pero si ayudan a modular la forma en que el cerebro percibe el dolor, mejorando la calidad de vida. La clave está en la constancia y en recordar que nuestro sistema nervioso puede entrenarse para reducir la hipersensibilidad que produce la endometriosis.

Conclusión

La endometriosis es mucho más que una enfermedad ginecológica; es una condición compleja en la que el dolor puede cronificarse por cambios en el sistema nervioso central. La neurociencia ha demostrado que regiones como la ínsula, la corteza prefrontal y el tálamo sufren alteraciones estructurales y funcionales, favoreciendo la sensibilización central y la amplificación del dolor.

Estos hallazgos refuerzan la necesidad de enfoques multidisciplinares en el tratamiento, que vayan más allá de la cirugía o los fármacos y contemplen la educación en dolor, las terapias que modulan la actividad cerebral y el abordaje de la salud mental.

Además, existen estrategias cotidianas accesibles que pueden ayudar a modular la percepción del dolor y mejorar la calidad de vida, como la respiración consciente, el movimiento suave, la escritura terapéutica o la exposición a la luz natural. Estas prácticas, si bien no sustituyen el tratamiento médico, pueden ser herramientas valiosas para reentrenar el sistema nervioso y recuperar cierta sensación de control sobre el cuerpo y el dolor.

Comprender el papel del cerebro en la experiencia dolorosa de la endometriosis es clave para abrir nuevas vías de tratamiento y autocuidado, empoderando a quienes conviven con esta enfermedad.

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